ADVIENTO, tiempo litúrgico durante el cual se espera la llegada de la Navidad, conformado por las cuatro semanas que anteceden a la celebración del magno hecho que cambió la historia de la humanidad, partiéndola en un antes y en un después, como es el nacimiento del Hijo de Dios, tiene este tiempo per se, un gran significado y para los cristianos su valor es aún más elevado. Esta hermosa espera, debe llenarnos de gran expectativa y debe ser propicia para centrar nuestras vidas, porque como todo tiempo en el que esperamos la llegada de alguien muy querido, durante el cual pretendemos renovarnos, mejorar y hasta cambiar el espacio físico y apariencia, siempre en positivo, igualmente debemos estar alertas, vigilantes, y prepararnos durante este tiempo para adentrarnos y evaluarnos tanto en lo interior como en lo exterior, porque como ser social y cristianos que somos, de acuerdo a como estemos por dentro así será la actuación y desenvolvimiento en las distintas áreas donde nos toca desarrollar nuestro respectivo proyecto de vida, siendo por ello importante, evaluar no sólo la parte espiritual, sino también la cotidianidad, nuestro hacer o no hacer, la organización o no que podamos tener en el ámbito personal, familiar, laboral, económico, hasta llegar a lo social, evaluar cómo está el grado de responsabilidad con el entorno en el cual nos desenvolvemos, incluyendo a la comunidad, la ciudad y al país, porque la condición de cristianos nos plantea esa exigencia, ese reto, de sustituir la posición cómoda donde nos encontramos y desde donde sólo culpamos a los demás y a las circunstancias de lo que nos ocurre, para ser actores, protagonistas del cambio. Utilicemos entonces este período de espera; el ADVIENTO, para reservarnos diariamente minutos de reflexión y así al llegar el esperado día de la Navidad, en el que reunidos en familia, celebrando el nacimiento de nuestro Salvador, brindando por el amor, la vida, la salud y todo cuanto podamos tener, que siempre es mucho más de lo que creemos, y al unísono del recuerdo de los seres queridos que ya no están físicamente, ofrezcamos al Niño Dios como regalo de bienvenida, un auténtico y fructífero ADVIENTO, envuelto en el amor de JESÚS quien ha nacido para quedarse, en la esperanza de que con EL, siempre han de venir tiempos mejores y en la fe, como único recurso para vencer todos los obstáculos que en la vida se vayan presentando.