Evidentemente fue un viaje muy corto, sobre todo cuando se tiene en un lugar tanta familia y gente tan querida, a quien se desea ver y con quien uno quiere compartir, como es el caso de la ciudad de Miami, ciudad en la que tendríamos que quedarnos por lo menos un mes para lograr ese maravilloso objetivo de reencontrarse con todos. Todo llega a su final, y por supuesto, los viajes encabezan la lista de las cosas que hacemos y que no quisiéramos que se terminaran. Estos últimos cuatro días los pasamos en la dinámica ciudad de Miami, ciudad muy importante del sur del estado de Florida, y la cual, muchos tienen como la capital de ese estado, siendo en realidad la ciudad de Tallahassee, pero es Miami el centro de operaciones de personas de todos los niveles, tanto nativos de EEUU como inmigrantes de todos los países, que mayoritariamente la eligen como la base desde donde arrancar y encontrar un abanico de oportunidades con infinidad de posibilidades y actividades por realizar, todas tendentes a satisfacer las más variada gama de aspiraciones que cada quien trae de su lugar de origen, dispuestos todos a sortear y vencer un sinnúmero de escollos, casi tipo rally, hasta lograr lo que se ha llamado "el sueño americano" y más cuando se procede de países como el nuestro, donde las condiciones de vida se pueden ya calificar de inaguantables.
Entre visitar los más atractivos Malls, por sus ya reconocidos sitios de compra, hacer algunas diligencias importantes que eran además, la razón del viaje y visitar solamente, a nuestros queridos Cecilia y José Román y sus bellas hijas, quienes nos esperaron ese domingo con un exquisito brunch y un rico paseo tarde y noche por la ciudad, finalizando en la famosa avenida Lincoln, y otro día a Nancy y Carlitos y sus tres chamos, ambas parejas compadres de mi hija Rosa Beatriz, y a quienes agradezco desde acá una vez más, todas sus atenciones y los maravillosos momentos compartidos, transcurrieron estos últimos cuatro días, que para mí, puedo decir que fabulosos pero volando, faltándonos tiempo incluso para disfrutar del confortable risort en Weston; el Buenaventura Village Risort, donde nos hospedamos y de donde salíamos temprano y llegábamos tarde la noche. Este corto, pero maratónico y a la vez reconfortante viaje por los momentos familiares vividos, ratos de risas y alegría compartidos, pasa a engrosar mi maravilloso archivo de recuerdos plasmados en este blog y en las bellas fotos aquí exhibidas. Una vez más, gracias a Dios por todo lo vivido y por tener este medio para expresarlas.