Viajar en familia y visitar a la familia; experiencia inolvidable.
En este pasado 13 de octubre 2013, inicié un corto viaje, el cual se mostraba de entrada interesantísimo sobre todo porque era la primera vez que viajaría con mis hijas y nietas. Digo de entrada, porque antes de reunirnos todos en Miami, viajamos Efraín y yo, a Atlanta, estuvimos en esa hermosa ciudad, capital del Estado de Giorgia visitando a mi queridísima prima Isbelia y a sus tres hijos; los morochos Carlos Miguel y Elio Carlos, e Iván cuyas respectivas familias, todas allí constituidas, yo no conocía por ya pasar de la década cuando ellos decidieron establecerse fuera. La estadía en Atlanta fue maravillosa tanto por la espectativa normal que causa visitar por primer vez a una ciudad, como por el cúmulo de emociones removidas al ver de nuevo a primos, con quienes he estado vinculada no sólo por la sangre sino por el afecto, los vi nacer y de quienes nunca me he desligado, por el contrario, cada día y gracias a la tecnología nos hemos mantenido más cerca y hemos seguido nuestras vidas paso a paso, aún a pesar del tiempo y la distancia. Isbelia, los primos, sus esposas e hijos, verles a cada uno; apreciar sus logros, sus bellas casas, conocer de cerca sus experiencias vividas para llegar a donde hoy están, y lo más importante; abrazar, apurruñar y bendecir de cerca a sus bellos frutos; niños hermosos, talentosos, que bien pudieran haber nacido en mi país, su país, nuestro país, pero que por circunstancias ya harta conocidas y que no vale la pena mencionar, tuvo que ser otra tierra la que los viera nacer y la que disfrute día a día de sus talentos, capacidades y valores. Doy gracias infinitas a Dios por ese re-encuentro, me hizo mover cada fibra y cada neurona, trayéndome recuerdos maravillosos que me hacen sentir orgullosa de la familia que tengo. Me da inmensa alegría plasmar aquí los rostros de estos primos tan queridos y mostrar los momentos de gran calidez compartidos.
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