El 09 de diciembre, aún en Agra, ya luego del desayuno, nos trasladamos por tierra a RANTHAMBORE, en nuestro bus de turismo, conducido nuevamente por nuestro experto chofer, y su inseparable corneta: piripirípi piripirípi piripirípi, decididos algunos, casi que a cambiar el timbre a nuestros teléfonos en honor a su recuerdo, y quién definitivamente resultó ser un experto en el volante como todos los que manejan en medio del caos vehicular que reina en ese país, fuerte para nosotros, en primer lugar por manejar allí al estilo inglés; volante de lado derecho, lo cual genera una sensación extraña sobre todo en carretera, dada la velocidad que se lleva, aunado a que el chofer conduce tratando de evitar vacas, bicicletas, motos, camiones, autobuses, y todo el tiempo bajo el fuerte corneteo y el mirar constante por la ventanilla de cientos y miles de indis dispuestos en sus diferentes quehaceres a todo lo largo de la carretera. Antes de partir a nuestro próximo destino estuvimos de visita en una venta de alfombras, ademas de telas y saris, esperándonos allí con un bello espectáculo de danza típica y quedando sorprendidos y agradados los dueños, quienes no se esperaban que nosotros andabamos con Magdalena "nuestra bailaora"' disfrutando todos de su brillante participación, sin olvidar obviamente la no menos "magistral " intervención de Efraín y Ana Beatriz bailando al son de la percusión India.
Nos esperaba un viaje de aproximadamente 6 largas horas, y sobre todo sorprendentes, porque pareciera increíble que en ese transcurso de viaje no se encontrara ni medio kilometro despejado como una carretera normal, de las que vemos aquí en nuestro país o en cualquier otro del mundo ; solo indis, indis, ventas de vegetales, de especies, vacas, camellos, negocios de soldaduras, de marqueterías, trabajo de la tierra, barberías ambulantes, gente durmiendo, caminando, en fin una verdadera muestra de que estábamos en el segundo país mas poblado del mundo, y en donde no hay un solo metro de espacio despejado, porque hasta en los sembradíos, incluyendo los grandes sembradíos floreados de ajonjolí, se veían incontables personas, todas mayoritariamente con sus trajes típicos, y todos o casi todos dedicados a sus faenas.
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